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lunes, julio 03, 2006

-Otras historias- La bandera mas larga del mundo

Todos creen que la bandera más larga del fútbol mundial es una celeste y blanca del Racing Club de Avellaneda que un fanático hizo cumpliendo una promesa a un amigo fallecido recientemente. Esa que estrenó “La Guardia Imperial” frente a River Plate en un partido por la segunda fase de la Copa Libertadores. Obviamente, por la trascendencia del torneo y de los protagonistas, el match se transmitía en directo por televisión y quedó en el recuerdo de todos porque fue allí que “Blooper” Ubeda hizo un gol de cabeza, como muy pocas veces en sus más de 500 partidos oficiales en primera división. Más allá de eso, la fría letra de la historia hace que ese romántico gesto del “Vaquero” hacia su amigo muerto no sea más que eso. Los miles de metros cuadrados de tela que inundaron Avellaneda a fines de la década del noventa son sólo un gesto frente a la necesidad que empujó a Domingo Donadío a hacer el trapo más grosso de cualquier ser viviente haya conocido y conocerá jamás en los estadios del planeta Tierra. La idea nació en los años ochenta, cuando Domingo quiso hacer público su enojo para con el técnico y los dirigentes, ya que consideraba que el equipo había ido a menos en las finales del promocional ante Ñuñorco de Tucumán, dejándole a los norteños vía libre para acceder al Torneo Nacional de ese año. Busco varias maneras de hacer notar su opinión ante el gran público, pero las masas no se daban cuenta de su palabra. Tuvo algunas chances, pero realmente estuvo cerca de lograrlo cuando habló con “Tití” Fernandez para que el notorio periodista de la cadena ESPN le permitiera unos segundos de aire. Los tuvo, pero el azar se encargo de que el audio no acompañe a la señal de video, con lo cual solo se vio a un Domingo nervioso, por primera vez ante millones de ojos, haciendo ademanes con sus brazos y agitando vertiginosamente sus labios sabiendo que los segundos se le escapaban luego de cada fonema. El tiempo después se encargó de hacer confesar al bueno de “Tití”, quien en una entrevista en Playboy de Bolivia, aclaró en parte el desperfecto técnico. “La anécdota más siniestra que tengo en mi carrera fue cuando un pobre tipo, al que se notaba bastante exaltado, me pidió encarecidamente que lo dejara hacer unos comentarios sobre los jugadores y el técnico de su equipo. Obviamente iba a acceder (a cambio de alguna cena o parrillada…) [risas y mirada cómplice] pero antes que haga esa salvedad, apareció el “Toto” Albertete por detrás de él. Espero que se fuera y me dijo como venía la mano. Conclusión: solamente con el movimiento de mi dedo índice apagando el micrófono por unos segundos me gané los servicios de una de las “marineritas” de Almirante Brown. ¡Que mal que le hacen dirigentes como este al fútbol, viejo!”. Con esa nueva decepción no tuvo más remedio que hacer su primera bandera de protesta. Obviamente, con los colores de su corazón hizo un lienzo que contenía una sola palabra lo suficientemente fuerte para la época. “Ladrones” rezaba el trapo, pequeño pero impecable por el estreno. Sin más explicaciones creyó que la bandera era suficientemente clara, pero las circunstancias hicieron que no fuera asi. Tanto el Director Técnico de ese momento como los directivos del club, incluído Albertete, se encargaron de desentenderse del tema diciendo, en conferencias de prensa y en cuanta oportunidad tenían, que esa bandera advertía a los hinchas sobre los pungas que había en ese sector de la tribuna. Enfurecido por la mano que le daban los medios a los dirigentes, Domingo fue a la mercería de don Abraham, compró unos metros más de tela y gasto la pintura negra que le quedaba en la lata. “Ladrones, sinvergüenzas” fue el nuevo texto combativo. La historia se repitió y hasta tenía a los jugadores como defensores de la honradez, la moral y las buenas costumbres. Muchos de ellos ni siquiera sabían leer, igual opinaban acerca de la redacción de la bandera que se ubicaba de frente a la única cabina de transmisión que tenía el estadio. Claro, los más lelos para la lectura también eran bien entrenados por el DT. Los lunes, después de hablar del partido, se dedicaba a armar la defensa de su honradez con la palabra de sus dirigidos. La historia fue larga, áspera, con amenazas y aprietes, pero finalmente terminó así. Domingo, obstinado como todo vasco francés, no dio el brazo a torcer de ningún modo. Por eso fue agregando palabras y tela de manera constante a su reclamo en forma de bandera. Llegó un punto en que el perímetro del alambrado olímpico que rodeaba el césped no alcanzaba para todo su incinerante verba. No fue obstáculo para Domingo. Hizo un segundo renglón con otra bandera similar ubicada debajo de la primera. Las autoridades policiales le hicieron entender, por cierto no de muy buen modo, que esa bandera ya no podía entrar al estadio, no por lo que decía, ya que nadie se hacia cargo, sino por sus dimensiones. Domingo contrató un albañil y comenzó con su nueva idea durante el receso de verano. Soportando temperaturas agobiantes, el obrero de la construcción veía crecer las hiladas de ladrillo hueco hacía el cielo, sin tener idea cabal de cual sería el final del paredón que estaba levantando detrás de las tribunas cabeceras y por fuera de la cancha. Donadío supo como evadir la autoridad de los dirigentes del club. Hizo dos paredones en los extremos del estadio y unía sus cimas con sus 376 metros de bandera. Literalmente cubría la cancha con un techado textil artesanal y combativo. La frase final que quedó en la bandera fue: “Ladrones, sinvergüenzas, ponganme a mi en el equipo que seguro ando mejor que esos once muertos de hambre que habría que sacrificar como a los perros en el Instituto Pasteur, no se hagan los giles, saben de que hablo: Albertete le entregó el partido a los tucumanos por una docena de tamales y 6 kilos de humita norteña, además el presidente no se quedó atrás y negoció 7 docenas de empanadas de carne suave, bien jugosas, típicamente tucumanas ¡Forajidos, botarates, inescrupulosos, nietos de un tren de la línea Sarmiento a las 9 de la mañana, demorado en el servicio, pero cargado con trabajadoras del sexo de origen peruano, paraguayo y boliviano, perdonando a las respectivas colectividades. Cobardes, son un insulto para la historia del club, si los viera el “Cheto” Brancapecce los caga a patadas en el orto si no van para adelante y ahora que mi hijo tiene 17 años espero que pueda sacarles el puesto, en las inferiores anda bárbaro y hasta me dijo cual de ustedes es putaniero, no crean que no lo sé. Además el farsante de Mariano Closed ya los está desenmascarando en su programa «De una con Closed» donde dejo entrever en varias oportunidades que en el campeonato, que finalmente ganó Douglas Haig de Pergamino, hubo varios contubernios muy indignantes entre los cuales tenían que ver travestis, porristas de escasa moral, rotiserías y hasta se habló de animales similares al caballo pero con orejas más largas (Albertete de viejo te empezó a gustar la carne de chancho pero en esa época ¿que hacías con un burro en la pieza del hotel?) A esta altura creo fehacientemente que hasta mi nieto que juega al baby en el club puede sacarle el puesto a cualquiera de ustedes, no obstante ello, sigo con la intención clara de denunciarlos brevemente frente al resto de los hinchas: Creo que entregaron el partido con Nuñorco. Eso sí, si no fue así, les pido disculpas.”

Clubes - Fundación Barreda por un mundo mejor

Celeste odontologo, con sangre derramada por los mártires. Sponsor internacional: Winchester. Guevara, Robledo Puch, Videla, Massera, Agosti, Astiz, Bush, Saddam Husain, Osama. Su cancha hoy está asentada en el distrito de La Matanza, pero desde hace décadas sus hinchas quieren matar al presidente porque él quiere mudarse a Mataderos. El tridente ofensivo era terrible, pero duró poco porque enseguida se dedicaron a otra cosa. Una verdadera lástima, quizás en el fútbol hubiesen dejado un mejor recuerdo. Astiz era el “Tweety” Carrario del equipo, mañero, buscón, su juego era el roce y la provocación. Pero sin dudas su fuerte era infiltrarse en las defensas contrarias, hasta que un día lo encontraron en la calle y los hinchas de varios clubes (por no decir de todos) casi lo linchan por ser tan hijo de puta.

Clubes - Club Honor y Patria

En blanco total, todos con corro frigio. Nació frente a un internado de señoritas en Avellaneda, como un sueño loco, una utopía más de los viejos socialistas europeos que forjaron los primeros años del siglo en estas tierras. El nombre tuvo varias alternativas, pero el deceso de Leopoldo Lugones inclinó la balanza por este Honor y Patria que reluce junto al gorro frigio de nuestra libertad. La primera cancha del club fue de baldosa tipo Sierra Chica, lo que obligó a pintar las líneas de color blanco y a tener que pasar aserrín a cada rato en los días de humedad y sudestada. Con el paso del tiempo los muchachos del HyP lograron destrezas únicas, tales como poder barrer un pase desde el piso deslizándose de banda a banda. Aunque no todos fueron destructores del juego. Otros verdaderos artistas del balón hicieron deleitar a las multitudes, pero la mayoría perdía los balones porque quedaban encantados con las fugitivas miradas de las chicas del internado. Una de ellas, la “Gringa” Mackiewicz, tenía un tono de voz que podía percibirse desde el círculo central del field. No hacía falta que se asome, todos sabían que ella estaba próxima a la ventana y perdían atención en el juego. Ella fue la culpable de que el HyP siga sin títulos todavía. En la final del Torneo Metropolitano de 1983, contra el Club Suizo, el HyP tenía la oportunidad de cambiar la historia. En el partido de ida lograron un heroico empate en cero con la destacada actuación del portero Gustavo Esprait. A la vuelta, se definía en casa. Todo Avellaneda colmó el estadio, el field estaba como nunca, rojo, brillante y patinoso para sacar ventaja de la localía. El árbitro también era una garantía: había recibido dos jamones torgelones la noche anterior. Todo estaba para cumplir el sueño de los fundadores. Pese a ello, se llegó al fatídico minuto 89 sin goles en los arcos. Sin embargo, todos estaban tranquilos, nunca le hicieron un gol de penal a Esprait. No porque fuese un gran atajador, sino porque ningún rival terminaba de hacer pie al momento de patear e indefectiblemente caían de bruces al piso. En eso, el juez Speroni otorga 1 minuto de adicional, y en la última pelota del partido aparece la tragedia, la belleza, la gloria y el paroxismo simultáneamente. El “Potro” Dominguez, que quemaba sus últimos cartuchos en el Suizo, revoleó un centro a la olla para el “Chiquito” Benítez. Era pelota muy fácil para Esprait, pero en su salto frontal y elevado en busca del balón, logró ver lo que esperó todo el torneo. La “Gringa” Mackiewicz se asomaba por la ventana y justo, en ese instante, él era la figura. El bobo no tuvo mejor idea que abrir su mano enguantada y saludarla, olvidándose de la Pinter número cinco. Fue gol, fue derrota, fue una apuesta que ganó la “Gringa” dentro del internado.

Clubes - Asociación Amor y Lucha

Corazón rojo y martillo azul cruzados. El club donde todo tendría que ser de una manera, pero siempre se daba de otra. Si tenia que ganar para asegurarse un campeonato, empataba y terminaba segundo porque su perseguidor ganaba en la última fecha. Hasta con sus presidentes pasaban cosas así. Si tenía que llegar temprano a una reunión con un sponsor, el tren se demoraba y la empresa decidía poner la plata en el otro equipo del barrio. El club surgió en la década del ’40 bajo un nombre poco marketinero y luego del mayo francés se aprovechó la volada y se rebautizó con los dos valores que estaban en boca de todos. Pero para variar tampoco terminó siendo lo que debía ser. En los setenta, seducidos por el nombre del club, un grupo de socialistas y peronistas se reunían frente al sector de dados y naipes, más precisamente en el ala izquierda del edificio (y de las ideologías también), para tratar de parar el golpe de estado que se estaba avecinando. Una vez que llegaron las botas el club fue tomado por asalto esa misma noche, pero no arrasaron con la totalidad del club. Apuntaron al sector subersivo. Fueron hasta las mesas donde solían reunirse y dejaron su huella. Abrieron los mazos de cartas y las desparramaron por doquier. Lo mismo sucedió con los flamantes dados que se habían comprado la semana pasada en el Once. La comisión directiva sintió que tenía que hacer algo. Llegaron a hablar con el dictador supremo, obvio y previo obsequio de sendas botellas de wiskhy escocés a toda la cúpula militar.

Clubes - Club Ferrocarril Sarmiento

Blanco, celeste y verde. Surgió como muchos otros grandes clubes de la historia y que fueron modelos a seguir, pero siempre pegado a las vías: Manchester City, Leeds United, Ferro Carril Oeste, Ferro Carril Urquiza. Pero la diferencia con ellos fue que éstos se juntaron en club una vez que no quedaron más ramales para ir a probar suerte. Entre maquinistas y señaleros armaron los primeros equipos pero ultimamente se dieron cuenta que el personal de seguridad tambien era necesario, sobre todo para la defensa, eso sí, le mostraban el boleto de $ 0,70 y te dejaban ir hasta Castelar con pelota dominada. La táctica del equipo era clara: aglomerar gente en el medio campo como si fuese un vagón de las formaciones, obviamente no había espacio para gambetas. La figura histórica del club no estaba relacionada precisamente al fúbol, es más, las malas lenguas dicen que él ni siquiera conocía la existencia de la institución. Pero igual reluce en el vestuario el póster del glorioso “Locomotora” Castro.

Clubes - Club Atlético Claridad de Fomento y Cultura

Verde, blanco y azul. No sé de donde sacaron los colores, pero sé que empezaron a jugar al fútbol en los entretiempos de los partidos de básket femenino, que realmente eran tan embolantes que enfurecían a la parcialidad local tanto como a la visitante. Así ganaron adeptos que lentamente dejaron de ver picar la naranja para ver rodar la Pinter número 5. El único que no cambió fue el “Turco” Karnip, que siguió puteando a los jueces de básket desde la columna del fondo de la cancha. Recién cuando los partidos se suspendían por humedad en el piso, se fijaba si había fútbol para no quedarse con la puteada atragantada.

Clubes - Club Sarmiento de Entre Vías

Rojo y blanco a bastones verticales. De sus filas nacieron grandes cracks y otros tantos “pataduras”. Pero los memoriosos del club se acuerdan sólo de los primeros. Ante cualquier foráneo se jactan de haber visto nacer futbolísticamente a “Perico” Perez, a Gustavo Costas y a Gabriel Ruiz Díaz. Uno fue ídolo de multitudes y jugó en la Selección Argentina con Diego Maradona; el otro es inolvidable para toda la ciudad y le dió alegrías a muchos; el último... el último fue un gran proyecto pero se rompió el fémur corriendo picadas con la moto de “Garrafa” Sánchez... “pero que jugador que era el paraguayo ese” solían rematar los veteranos del club. Sarmiento surgió una tarde en la que varios pebetes jugaban football pegado a los rieles. Esa tarde vino un primo brasilero del “Gato” Cataldo que vivía en Río de Janeiro. El negro estaba acostumbrado a jugar sin límites en el campo. En Río jugaba hasta dentro del agua cuando llegaba la noche y la redonda empezaba a picar. En Avellaneda, irreverente, no respetó las vías, hasta que la cruel locomotora, que hoy brilla en el escudo del club, hizo lo que no pudo el obeso líbero contrario.

Clubes - Club Empalme San Vicente

Camiseta negra por su fundador el “Negro” Dolina y la franja en el pecho es por la línea de colectivos Expreso San Vicente que usaba esos colores en sus unidades. En el arco jugaba Victor Tira que era uno de los que hacía el turno de la mañana, por consiguiente el más despierto de todos a la hora de los partidos, pero siempre hablando dentro del campo teórico. Pero más allá de eso parecía ser un equipo ultra ofensivo, porque el DT se la pasaba diciendo “En el fondo hay lugar” lo que hace pensar que todos jugaban arriba y no tenían vocación defensiva. Siempre en base a los dichos de su coach, Empalme San Vicente parecía tener un equipo corto, sin muchos profesionales. La frase “No tengo cambio” resonó miles de veces en la voz del conductor del “Bondi” de San Vicente, como vulgarmente se conoció al club.

Lugares: Club Sportivo Dock Sud

Aquellos viejos y quebradizos tablones del húmedo Dock Sud. El Estadio de los Inmigrantes como mudo testigo de viejas glorias, años dorados y de éste presente con olor a Riachuelo. Las torres de departamentos que nacieron, crecieron y se multiplicaron por sobre el paredón de la popular. La comisaría de la esquina que tantos hinchas locales y visitantes albergó en esos sábados de pasión. Las aguas que tantas veces llegaron hasta Ingeniero Huergo y Debenedetti para ver a los “Inundados”. El “Dale Doke” que todavía retumba al pasar de los cartoneros que vienen del Polo Petroquímico. Los pozos de la avenida Huergo que hacen temblar la puerta del vestuario al paso de cada camión cisterna. Todo eso se me viene a la cabeza cada vez que tengo que rumbear para el sur a ver a mi equipo. El “Doke” ya es centenario. Es un pedazo de historia del fútbol nacional, pero también una muestra de lo que puede pasar cuando el principal interés no es el bien por el club, sino los intereses personales. Cuando estaba Norberto Alvarez como presidente, hace unos cuantos años, Dock Sud jugó la final de un torneo reducido para ascender al Nacional B. El “doke” tenía un equipazo y Atlanta venía herido. Era triunfo lógico para los “inundados”, pero alguien no quiso que fuese así. A los pocos meses, Dock Sud descendió y Alvarez apareció presidiendo una delegación de jugadores argentinos en el exterior. No sé que carguito consiguió en la A.F.A. y para colmo ahora es un hombre poderoso, nada menos que en River Plate, un club que maneja millones de dólares. Conclusión: Alvarez se fue para arriba, el “Doke” se fue para abajo.



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