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viernes, septiembre 21, 2007

Alain Bombard - para Bilardo que lo mira por TV -

Jugador francés que llegó a Brasil siguiendo los pasos de una garota que había estado de paseo por Nantes, ahí tuvieron una historia de amor que signó su vida. Estudiante de Medicina, el joven se dedicaba al fútbol como hobby y practivaba con sus compañeros en los ratos libres mientras esperaba a los profesores de las siguientes cátedras. Un día de verano, sus amigos no quisieron más fútbol y se fueron a una plaza a comer bagettes con croissants bajo la sombra de los clásicos ligustros de Nantes. Allí fue que vió pasar a la morena sofocada por el calor del verano europeo. Apenas se vieron, él quedó con la boca abierta hasta el piso del asombro. Ella también pero de la sed que tenía. Por eso, necesitó satisfacer su necesidad fisiológica y le dijo “dame un vaso de agua por favor”. Alain, ni lerdo, ni perezoso, como buen caballero francés se puso de pié para entregarle lo que pedía la sedienta sudamericana. Y ahí sucedió. La torpeza generada por la admiración de las curvas femeninas hizo tambalear el recipiente con el líquido elemento, haciendo bambolear el vidrio en todas los sentidos, llegando incluso a pensar en una última y artera caída que decrete el final de su transparente existencia. Pero no. El vidrio contenía un maremoto, un tsunami de medio vaso, que con tanto ajetreo burlaría todas las leyes de la hidráulica para lograr convertirse en una catarata, pequeña, pero catarata al fin, que encontraría reposo final en el ajustado escote verde de la morena. Alain vio la escena, se tomó la cabeza con ambas manos y no hizo otra cosa mas que prometerse a sí mismo “al agua debo rendirle culto, adoración y estudiar todas sus cualidades y beneficios, incluído este encuentro que acaba de generar”. A partir de ahí no pudo pensar más que en la morena y en el agua. Así fue que siguió los pasos de Dinha Sales hasta su Minas Gerais natal. Obviamente un francés llamaba mucho la atención, pero a los dos meses ya no pasaba eso con ninguna garota y menos aún con Dinha, que estaba cansada, entre otras cosas, de los baldazos de agua que le tiraba el europeo para evocar su encuentro, pero en realidad su insistencia tenía fines científicos. Fue así que probó suerte en el juego, ya que en el amor las cosas se habían puesto mal. Empezó a jugar en el Cruzeiro de Belo Horizonte, escaló tanto en su desempeño hasta que Branco y Dunga, los técnicos de la Selección, lo convocaron para participar de su equipo. Convencidos de sus cualidades, no de jugador, sino de científico, el eminente Dr. Alain Bombard pudo aplicar sus estudios sobre el agua en la gente generando muchos beneficios incalculables, pero también en el fútbol. Porque desde que Dunga y Branco en un Mundial se cruzaron con el bidón de otro doctor, esta vez argentino, nunca más se fiaron de las capacidades de las aguas. Pero Bombard era muy serio, francés y encima amante del futbol, no había chances de que el tipo los defraudará. Y así fue que la primera medida que tomó el doctor para que nadie desconfíe del agua fue, lisa y llanamente, erradicarla. Persuadido de que sin agua podían rendir igual, les discutió a todos, incluso hasta al presidente de la CBF a quien le prometió que cruzaría el Atlantico en un bote neumático y que al llegar a la otra orilla lo dejaría en ridículo por desestimar sus propuestas. Así fue que Alain Bombard se embarcó en “Hérétique” para cruzar el océano y demostrar que un hombre puede vivir sin agua y realizar cualquier hazaña en esas condiciones. En Brasil, pese al rechazo inicial de su idea, hoy todos los jugadores rechazan el agua que les ofrecen, en especial si viene de los rivales.



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